jueves, 25 de julio de 2019

DOS JUEVES

   A  las  dos  y  diez  de  la  madrugada  de  un  jueves  de  2012, en  la  sala  número 8  de  la  segunda  planta sucedió lo siguiente:  alguien se  puso guantes  de  látex,  descolgó "La  Virgen y  el  Niño con un racimo de uvas"  de Lucas Cranach,  el  Viejo,  lo  sacó  cuidadosamente  de  su  marco con  ayuda  de  unos  pequeños alicates y  lo  colocó  detrás  de "Jesús entre  los  doctores"  de  Alberto  Durero,  en  la  parte  inferior  trasera de cuyo  marco  había puesto  previamente  unos  topes  de plástico,  sesenta céntimos la docena  en  un chino  cercano,  para  evitar  que  el  lienzo  pequeño  se  deslizara  hasta  el  suelo.  Después  pegó  un  pósit  en el  hueco que  había  dejado el  cranach:  150.000 euros  en esta cuenta de  la Banque  Cantonale  de Genève:  0057...
   A la mañana siguiente,  los  dos guardias de  seguridad  nocturnos, narcotizados, no  pudieron dar ninguna  información  útil  a  la policía.  Las  cámaras  de  seguridad  y  las  alarmas garantizaban  que  nadie había  entrado  ni  salido del  edificio en toda  la  noche,  era  imposible.  Se  revisó  el  subsuelo,  por  si  podía haber  un  modo  de entrar  desde el alcantarillado. El  edificio  es antiguo,  se  buscaron  pasadizos secretos. Nada.
   Los responsables  del  Museo  temblaron:  ¿el  robo  perfecto?  Los  amigos de  lo  paranormal inventaron  toda  clase de hipótesis,  verosímiles solo  si  se considera  la Física  una  ciencia obsoleta. La  cifra  era  razonable. El  Estado,  la  Fundación y  la  compañía  de  seguros  se  pusieron de acuerdo  para  pagar, pero  ni  el  cuadro  reapareció  ni  se  pudo  rastrear  el  dinero:  los  suizos  son  muy suyos para  estas  cosas.
   Otro  jueves,  curiosa  coincidencia, pero de  2018, se  descolgaron los  cuadros  de  la  sala número 8 de la segunda planta para  repintar  las  paredes  de un  ocre  más claro  y  más amarillento.  Y  cayó  al  suelo  la Virgen de  Cranach,  el  Viejo, que  había  permanecido  junto  a  su hijo  los  últimos  seis años.  Uno  de los que más veces repitió  la palabra  "increíble"  fue Marcos Gómez,  el  guardia  de  seguridad  más antiguo, veintiséis años al  pie del  cañón,  uno  de los dos drogados de aquella noche  inexplicable.  Nunca  se  lo dijo  a  nadie,  claro,  pero  sabía  que  había  hecho  lo  correcto.  El  cuadro  estaba  en  perfectas  condiciones, habían  aumentado  las visitas entonces y  aumentarían  más ahora para contemplar  el  lienzo  "resucitado" (que,  dicho  sea  de  paso, hasta  2012  pasaba  bastante  desapercibido),  y  su hermana  pequeña  y  sus  dos sobrinos,  recién abandonados  por  su  pareja  y  progenitor, seis  años  antes  se  habían  librado  del desahucio,  la  ruina y  la  desgracia. 

lunes, 8 de julio de 2019

EPÍLOGO


Ilsa y Rick, avejentados pero todavía deseosos de ser amantes, se reencontraron en Nueva York tras la muerte de Víctor Laszlo a finales de los 50. A Rick le había ido bien tras la guerra, era dueño de tres locales de moda en el cogollito de Manhattan. Ilsa conservaba la ternura de siempre y su entrañable tendencia al melodrama. Tras un breve idilio primaveral entre rascacielos y garitos de jazz, pensaron en hacer un viaje. Volver a París les pareció peligroso: demasiados recuerdos cubiertos de cicatrices que siempre podían sangrar de nuevo... Así pues, para aprovechar el tiempo perdido y sentirse menos atados al tinte de pelo y la crema para las arrugas, dejaron a Louis Renault -ahora especializado en viudas cincuentonas- a cargo del negocio y decidieron hacer un viaje en automóvil atravesando la gran nación americana: el viejo Boston, las cataratas del Niágara, Columbus, una carrera en Indianápolis, St.Louis, a Tulsa por la mítica Ruta 66, Albuquerque, Phoenix...

Todo fue bien hasta que, para ir de Phoenix al Gran Cañón del río Colorado, tras una tarde tormentosa y desapacible, se detuvieron a pasar la noche en el motel de Norman Bates.